sábado, 14 de mayo de 2011

Amaneceres que no llegan

Cuando se sentaron a la mesa quedaban pocas cosas por decir y pocas cartas que mostrar. Las caras cansadas, anestesiadas del dolor crónico de todo aquello, de aquel manto turbio y gris de mentiras que durante tiempo les habían consumido. Él tenía la mirada sucia, oscura, distorsionada por la niebla de alrededor, muerta. Los mañanas sin futuro, sin proyectos, avanzando hacía caminos desconocidos de matorrales y vegetación frondosa donde no llega la luz. Ella, era un rio de lápiz de ojos avanzando por sus mejillas, lentamente, como la lluvia de afuera, triste. Las manos cubriendo su rostro, sus lágrimas y hasta un mechón de pelo que había decidido quedarse pegado en un pliegue de sus labios.

La voz ahogada, el silencio.

Parecía que se hubieran despertado de mal humor después de un ronco y largo invierno. Ella, el esmalte de uñas desgastado, dejando ver la superficie de la realidad tras ese color rojo barato que recordaba a los escaparates tristes en Navidad. Él, la barba sin afeitar y esos pliegues bajo los ojos de color purpúreo de tantos días sin dormir.

Un grito, un último grito.

La ciudad despertando ante sus ojos, los primeros valientes saliendo de sus portales con energía. Ciudadanos que han elegido un rumbo y recorren las calles con decisión. Algunos también se pierden. Y ha llegado la hora, se retiran hacia su refugio bajo las mantas para que la vida no los persiga hasta allí. Esperando amaneceres que no llegan.

Silencio.


1 comentario:

  1. Molt dur, però molt ben redactat, m'ha agradat moltíssim! Hi ha metàfores molt acertades i el ritme i les frases entre paràgrafs les trobo molt adequades també.

    Un petonet!

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